Llevas algún tiempo hablando con él. Habéis chateado horas
interminables en las que el tiempo se escurría mientras no podías
despegar los ojos de la pantalla de tu móvil. Tonteáis. Hay
química. Quizás ya haya habido alguna cita de esas en que vuestras
manos se rozan sin querer, vuestros labios no terminan de juntarse y
un beso, tímido, se acerca a la comisura de tus labios. Todavía
no ha pasado nada entre vosotros pero puede que hayáis visto alguna
madrugada con una de esas conversaciones subidas de tono que
calientan el ambiente -y algo más.
Por fin fijáis una cita para el próximo fin de semana. “¿Una
cena y nos tomamos la última copa en mi casa?” “Este finde no
está mi compañero de piso, ¿vienes a ver una peli?” Aceptas
sin pensar. Te apetece verle más allá de su foto de perfil de
Whatsapp. Te emocionas. Empiezas a repasar mentalmente tu fondo de
armario porque esa noche tienes que estar espectacular y… ¡Esa
es la noche! De repente caes en que es más que probable que
una vez en su casa (o en la tuya) una cosa lleve a la otra, los besos
se vayan perdiendo por las sendas de vuestro cuerpo, os metáis mano
y la cosa acabe en la cama -o en el sofá, en el suelo…
Y será entonces, cuando una suerte de inseguridades harán que
tus complejos afloren de golpe borrándote por unos minutos la
sonrisa radiante que se había dibujado en tu cara. ¿Y si no le
gusto? ¿Me va a ver las cartucheras? ¿Saldrá corriendo cuando vea
mis michelines? ¿Se molestará si le pido hacerlo con la luz
apagada? Y es ahí cuando te montas una película digna del
diario de Bridget Jones que incluso puede llegar a cambiar
ese morbo previo al primer encuentro por una tonta ansiedad.
Buscarás entre tus cajones el conjunto de ropa interior más bonito
que conserves sin saber si es acertado y te depilarás a conciencia
luchando contra pelos rebeldes en lugares insospechados.
Pero amiga mía -permíteme ya estas confianzas- ¿sabes qué
pasará? Que si habéis llegado a este punto es porque a él
también le gustas. Probablemente, cuando te giras, se queda
mirando el moviento de tus curvas contoneándose al ritmo de tus
pasos. Le parece sexy el lunar que adorna tu cara y se muere de ganas
por secuestrar tu ropa para jugar en cada peñón de tu cuerpo. Le
gustas. Desea acariciar tus complejos y exhalar placer sobre tus
miedos. ¿Y tú? Déjate llevar y, ante todo, haz lo que te apetezca.
me parece un entrada genial y el consejo es lo mejor que he leido en mucho tiempo. Un beso
ResponderEliminarSiii. Claro que sí.
ResponderEliminaryo soy uy insegura y eso se nota
ResponderEliminarYo también soy muy insegura...Muy buen consejo. Un besote
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